Vaya, pues, el reconocimiento a los hombres que asumen el sentimiento de la paternidad más allá de una procreación, que se trasnochan para atenderlos, que entristecen con el llanto de sus hijos, que los ven crecer en sus noches y sus días, que aunque estén separados de sus madres, el lazo que los une se consolida con el ejercicio del amor incondicional y la palabra oportuna.
A los padres cuyos hijos son parte esencial de sus proyectos de vida, en la significación del presente como inversión a futuro; a los padres que asumen responsablemente la crianza y la formación integral de sus hijos, a los padres que comprenden que sus hijos son mensaje de esperanza de un mundo nuevo, que entienden sus sueños, anhelos, necesidades y prioridades, con respeto, enseñando la bondad, la solidaridad y el bien colectivo.
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