martes, 19 de abril de 2011

19 DE ABRIL DE 1810, A 201 AÑOS DE LA PRIMERA INDEPENDENCIA

La imagen tradicional del 19 de abril es de 1810 es la del famoso cuadro en el que Juan Lovera representó un hecho que era imposible fotografiar. En el cuadro, pintado en 1835, aparecen al centro los mantuanos; numerosos y vistosamente ataviados, son los protagonistas del relato que Lovera intentó reconstruir 25 años después.



El pueblo llano, por el contrario, aparece relegado a un segundo plano: dos hombres que parecen ser blancos pobres se han subido a unos ventanales para mirar lo que ocurre, un joven negro se asoma por una reja, un indígena invidente se mantiene de espaldas al acontecimiento. Pero también quedan fuera los pardos de holgada posición económica, representados por dos hombre bien vestidos que comentan lo que ocurre.


CLASES EN CONFLICTO
La escena pintada por Lovera es un retrato de la realidad política de la época en que Venezuela dio su grito de Independencia. En los 300 que transcurrieron desde la invasión española, se habían afianzado una prácticas políticas que respondían al sistema de exclusión social impuesto por la nobleza criolla. Nadie que no fuera blanco y de probado linaje podía optar a un cargo públicos importante. Por lo tanto, en el Cabildo que destituyó al capitán general Vicente Emaparan el pueblo no tenía ni siquiera representación.



De esto da cuenta el historiador Luis Pellicer, quien sostiene que si bien el 50% de la población venezolana era mestiza para 1810, la mezcla de razas no era un factor de integración, sino fuente de conflictos. Aunque las diferencias físicas entre unas personas y otras se hicieran menos acentuadas, los grupos blancos dominantes no estaban dispuestos a compartir sus privilegios, advierte el presidente del Archivo General de la Nación.
Esos conflictos por acceder a unos derechos que les habían sido negados a los mestizos, especialmente a un sector de los pardos que habían ascendido económicamente hasta la condición de medianos y grandes propietarios. Ahora reclamaban, entre otras reivindicaciones, ejercer cargos públicos importantes y entrar a la Universidad.



Así, pues, el Cabildo que proclamó la Junta Suprema de Caracas, no tenía a su favor el respaldo unánime de la sociedad. Además, al no proponer cambios en la estructura del poder político, los mantuanos reforzaban el malestar de las clases que eran consideradas inferiores o de menos calidad. A consecuencia de ello, muchos miraban la gesta del 19 de abril como un asunto de blancos, que se alejaba mucho de sus reivindicaciones.



EL PUEBLO SÍ PARTICIPÓ
Los resquemores del pueblo hacia la “nobleza” blanca y la exclusión del sistema social imperante no implicaban que sólo los mantuanos tuvieran interés en la Independencia, advierte el historiador José Ramos Guédez. Rebeliones como la de José Lernardo Chirino en 1795 revelan que entre las clases populares también había florecido la conciencia libertaria. Tampoco eran solamente los hombres quienes se interesaban en la política.



“En los juicios de infidencia (que tenían por objeto castigar a las personas que hubieran ayudado a la conspiración contra la Corona), la mayoría de los procesados eran hombres y mujeres negros, mestizos, gente pobre”, señala Ramos Guédez.



El problema, señala el investigador, es que la gran masa desposeída no tenía acceso a las posiciones de poder ni de dirigencia. Pero su aporte, el de negros esclavizados y libres, indígenas y mujeres, fue determinante en la lucha, sobre todo a partir de 1812.




TENSIÓN SOCIAL Y REBELIÓN
No es del todo equivocada la afirmación de que el 19 de abril fue esencialmente una conjura de mantuanos, dice el historiador Néstor Rivero, quien advierte que estos estaban divididos “en dos facciones: los moderados y los radicales. Allí coincidieron los marqueses del To ro y Casa León, con Martín Tovar, hijo del Conde; y José Félix Ribas, joven mantuano muy liberal que se hizo titular esa misma mañana Diputado por el Gremio de los Pardos” .






No obstante, es un error reducir la historia de esa fecha a una lucha de la aristocracia criolla por lograr su independencia política, advierte Rivero. En efecto, señala que “la presencia del canónigo José Cortés de Madariaga, personaje alejado de las clases dominantes criollas, además de extranjero, así como la entereza de José Félix Ribas de declararse representante de los pardos”, demuestran que estaba clara “la necesidad de integrar a distintos sectores sociales en el orden político que debía ser creado con la Independencia”.
Posicione como las de Ribas, evidencian que había una fuerte presión de los sectores excluidos. Y dan cuenta también de una madurez política, pues se tenía conciencio de la dificultad de sostener un proyecto que no introdujera cambios políticos.





Pero esta cuestión “no la entendió el grueso del mantuanaje criollo. Las fuerzas que motorizaron el acto del 19 de Abril, estaban controladas por los sectores económicamente más conservadores, los terratenientes esclavistas, cuyas fortunas se basaban en el modelo de cultivo del cacao y el café que entendía la mano de obra como parte material de los medios de la producción, como herramienta”, acota Rivero.
Ramos Guédez sinteriza el panorama con la observación de que en el momento en que se hace renunciar a Emparan, el conflicto entre los mantuanos y España es por el poder de administrar el territorio que ya controlan económicamente, pero entre ellos y el resto de la sociedad, ya estaba plantead una confrontación. Esa pugna, agrega, irá tomando cuerpo en la gesta de emancipación, esencialmente en la medida en que las clases explotadas se conviertan en una fuerza decisiva consciente de su peso.


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