La paz como valor fundamental de convivencia en el hogar llamado tierra
Dra. Betsi Arcila
Secretaria General UNELLEZ
Hablar sobre la paz como valor de convivencia no es sencillo en una sociedad en desarrollo donde se busca la propia conveniencia. Han existido muchos líderes que hablan de paz mundial, de paz en los países, en las familias e instituciones sociales. Pero muy pocos se han dedicado a construir la paz, a vivir la paz.
La paz, no significa solo la ausencia de conflicto, implica el vivir de tal modo que los conflictos puedan ser superados en el marco de la convivencia fraterna y respetuosa.
La paz es un espacio de encuentro y un tiempo de relaciones humanas gozosas. Convivir en tolerancia y armonía puede suponer un conflicto continuo, pero es positivo en el sentido que es una derrota continuada de la violencia. Las relaciones humanas son siempre conflictivas y la superación pacífica y positiva de estas situaciones es precisamente la forma de convivencia armónica de las distintas culturas, pueblos, religiones, sexos, razas y demás diferencias que puedan servir de excusa para la división, el antagonismo, el odio o la incomprensión. Quien se atreva a construir un mundo de paz comienza por si mismo, por su familia, su entorno y para ello deberá asumir muchos desafíos.
Asumir el desafío del dialogo
Asumir el desafío del diálogo en convivencia diaria, tanto las conversaciones ordinarias como en la escuela, el club, etc., donde quiera que se desenvuelva y esto implica por parte nuestra:
1. Escuchar al otro
2. Tratar sinceramente de entender su punto de vista
3. Reconocer con humildad y sencillez lo que tenga de verdad
4. Exponer con seguridad su visión personal de las cosas
5. Estar dispuesto a matizarla o cambiarla si fuera necesario.
Trabajar por el valor de la paz implica:
Asumir el desafío del diálogo
Aceptar al otro
No ponerse en primer lugar, ni poner en primer lugar lo que es generador de violencia
Aprender a resolver pacíficamente los conflictos
Vivir la fraternidad y la armonía entre los seres humanos son los ideales de paz que más se predican, en contraposición al desastre, la guerra y a todo género de conflictos. Pero la paz no comienza desde fuera, sino desde dentro. No depende de las decisiones de altos funcionarios sino de lo que llevamos en el interior.
La paz es un valor que suele perderse fácilmente de vista. Cuando una nación entra en conflicto con otra y tenemos que vivir sus consecuencias o cuando en la familia los problemas o pleitos comienzan a surgir comenzamos a apreciar el Valor que tiene la paz.
La paz puede verse a nivel internacional o a nivel personal, pero en cualquier perspectiva debemos entender que no surge como producto de un "no meterse con nadie", con un dejar hacer a los demás para que me dejen "vivir en paz". La calma y tranquilidad tampoco se da, necesariamente, como producto de convivir con personas afines. Las dificultades entre los seres humanos suele ser algo común.
Quien no sabe vivir en paz generalmente lo identificamos como una persona conflictiva-porque:
- Es imposible llegar a un acuerdo, aunque sea pequeño y de poca importancia.
- Tiene una marcada tendencia a buscar en las palabras y actitudes un doble propósito, normalmente negativo.
- Se siente aludido y agredido ante cualquier circunstancia, y más si esta en contra de sus intereses.
- Busca por todos los medios "salirse con la suya" aunque este equivocado.
- En el trabajo o los negocios crea dificultades inexistentes.
- Discute con facilidad, siempre esta a la defensiva
Vivimos en una época en la que se habla mucho de armonía y paz interior. Sin embargo pocos mencionan que una de las mejores formas de alcanzar estos ideales es mediante el espíritu de servicio hacia los demás.
La paz es el fruto de saber escuchar de entender las necesidades ajenas antes de las propias.
Mucho de la paz que podamos vivir con los demás radica en nuestra forma de expresarnos. En algunos momentos tenemos el impulso de hacer notar los errores de nuestros interlocutores sin saber todo lo que tienen que decir, provocando discusiones y resentimientos. Expresar nuestro punto de vista en el momento oportuno, facilita la comunicación y aumenta las posibilidades de superar las dificultades.
Del mismo modo ocurre cuando se hace necesaria la corrección de una actitud: el disgusto nos mueve a reprender en el momento sin medir las palabras que utilizamos. ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido por la excesiva dureza que tuvimos con nuestros subalternos, hijos o compañeros? La pérdida de la paz interior consecuente, se debe a la intolerancia e incomprensión que mostramos, generando una imagen negativa y tal vez altanera de nuestra persona.
Una de las grandes fuentes de la paz, o de la guerra, está en la familia. Los esposos deben ser conscientes que al crear el vínculo conyugal, se comienza a dar la fusión de distintas costumbres y formas de pensar. El arte de convivir, olvidarse del afán de dominio y buscar el justo medio entre las diferencias, trae la armonía como consecuencia. En otras palabras: es necesario aprender a conversar y obtener propósitos de mejora concretos que beneficien a todos en la familia.
En cuanto a la paz familiar, no olvidemos que todas las actitudes de los padres se reflejan en los hijos, por eso es importante:
- No discutir o quejarse de los demás delante de ellos;
- Saber sonreír aún en las dificultades;
- Evitar que todos sufran las consecuencias de nuestro mal humor;
- Enseñar a disculpar;
- Crear las condiciones para hacer agradables todos los momentos de convivencia.
Como en todos los valores, se requiere la iniciativa personal para lograr vivirlos.
La paz interior surge como un producto del conocimiento propio: aprender a dominar nuestro egoísmo y el deseo de tener siempre la razón; saber escuchar y comprender las debilidades propias y ajenas. Pero sobre todo: pensar en los demás siempre. Cuando esto ocurre conciliamos la paz con nosotros mismos y con nuestros semejantes.
Ante tal reflexión, no obstante ¿qué podría hacer la escuela para desarrollar en el individuo una cultura de paz? . Podríamos comenzar por analizar uno de los objetivos principales de la escuela, como es la transmisión de valores, principalmente los vinculados a la defensa de la paz, la vida, los derechos humanos, la solidaridad y la justicia y ante estos hechos, la escuela no puede ser neutral. Entre la vida y la muerte; entre la guerra y la paz; entre el derecho y la injusticia, entre el amor y el odio entre los pueblos, la escuela no puede ser neutral. Ello la convertiría en cómplice
Ante la alternativa guerra o paz, la escuela no puede ser neutra, cabe una actitud de profundo compromiso a favor de la paz y de la vida, tal como lo plantean Romañá y Trilla, al referirse a la enseñanza de valores fundamentales, relacionados con la defensa de la vida y los derechos humanos.
Si se define a la guerra como toda acción humana que destruye la vida y/o la calidad de vida del semejante con el objeto de garantizar privilegios para grupos humanos (estados, etnias, grupos religiosos, clases sociales; etc.) que se creen superiores o con derechos especiales, se considerará necesario, que la escuela rompa o establezca un claro quiebre con la pedagogía del silencio y de la indiferencia. Es más, creemos que las instituciones educativas formales pueden cumplir un rol fundamental en la gestación de una conciencia o identidad colectiva que articule a la comunidad. La educación para la paz no logrará ser instituyente si no existe una actitud militante, de compromiso con ella por parte de la sociedad. Todos debemos comprometernos a iniciar acciones que edifiquen al ser humano capaz de respetar las diferencias y que se goce con el bienestar del otro.
Para finalizar voy a leer un cuento para la paz :
Había una vez una paz pequeña. Una paz débil, tan débil que un poquito de aire le hacía estornudar, y un vientecillo cálido la hacia sudar hasta derretirse. Estaba tan enferma que por cualquier excusa, con o sin razón, surgían guerras. Guerras frías, guerras calientes, guerras de todas las clases.
La paz enviaba a sus palomas por todas las partes del mundo, pero las palomas estaban tan débiles como la paz. Algunas se quedaban a medio camino, agotadas por el esfuerzo; otras se veían atacadas por los halcones de la guerra; las menos llegaba a su destino, pero tenían un aspecto tan deplorable que todos se burlaban de ellas. ¡Pobre paz y pobres palomas!
Los médicos le hicieron un chequeo a la paz.
¡Muchas bombas atómicas! – recetó un doctor.
¡Tanques, mísiles! –aconsejo otro- ¡Torpedos, bombas, cohetes, granadas, armas químicas!
Y la armaron hasta los dientes. Todo ello, en lugar de fortalecer la paz, trajo más miedo, más odios, más enemistades y, en consecuencia, más guerras. Y es que las armas no le van a la paz ni a sus palomas, que no han llevado otra cosa que un brote de olivo en el pico.
La paz estaba cada día más enferma, y mucha gente pensó que se moriría. El cielo se cubrió de halcones, y las palomas no se atrevían a salir. Más tarde llegaron otros médicos que decían:
¡Fuera bombas, tanques, mísiles, armas químicas...!
Lo que la paz necesita son inyecciones de generosidad – opinó uno de los doctores.
Vitaminas de comprensión, píldoras de justicia, pastillas de cultura, jarabes de amistad, gotitas de sonrisa – dijo otro.
Entonces la paz fue recuperándose y, con ella, las palomas. Ya no se cansaban de volar y, muy valientes, se enfrentaban a los halcones y llegaban a su destino, donde eran respetadas y nadie se burlaba de ellas. Las guerras se acabaron, y desde entonces no hubo guerras frías ni calientes ni de ninguna clase. En el cielo tan sólo se veía volar palomas.
Bibliografía
Bolívar, Antonio, "El desarrollo de las actitudes". En revista Aula de innovación educativa, N° 16 - 17, julio - agosto, 1993.
Bourdieu, Pierre; Passeron, Jean Claude y Chamboredon, Jean Claude, El oficio de sociólogo, México, Siglo XXI, 1994.
Burke, Peter, Formas de hacer historia, Madrid, Alianza Universidad, 1999.
Camilloni, Alicia W. de, "Ciencias Sociales: el campo de lo social como objeto de conocimiento", en revista Novedades Educativas N° 52.
Dieterich, Heinz y otros, El fin del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico, México, Océano, 2000.
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