A continuación presentamos el Discurso de Orden del Profesor Jaime Miró, Secretario del Consejo Académico de ste Vice Rectorado, en la Sesión Solemne XXXIII Aniversario, celebrada el martes 7 de octubre, en el Consejo Legislativo Regional.
Su presentación estuvo a cargo del Dr. Juan Fernández Molina, Jefe del Programa Ciencias del Agro y Mar.
"Tal día como hoy, hace 33 años, era martes. Ese día se parecía a cualquier otro. En el llano no se notaba diferencia alguna en relación a la jornada anterior.
Ese día 7 de octubre salió el sol por la mañana, como lo había hecho otros días. Era un sol que iluminaba la llanura, que permitía apreciar y disfrutar su belleza, y que irradiaba el típico calor que caracteriza al llano venezolano. La sabana lucía verde, espléndida, inmensa, inconmensurable.
Como otros días, ese 7 de octubre de 1975 las vacas amanecieron pastando en los potreros. Mugían como todos los días, aunque sus mugidos parecían diferentes. Las garzas se posaban sobre ellas, entresacando de sus lomos las garrapatas que les servían de alimento. Los peces se movían zigzagueantes en las aguas de los ríos llaneros, buscando presas para calmar el hambre. Los enormes samanes seguían erguidos en el mismo lugar en que habían dormido la noche anterior; y lo mismo ocurría con los jobos, los caobos, los cedros, los apamates, los jabillos y los araguaneyes.
Esa mañana las aves revoloteaban, subían y bajaban de rama en rama, trinando y gorjeando. Había loros, periquitos, guacamayas, turpiales, chirulíes, tucanes y hasta cardenalitos. Las más vocingleras eran las guacharacas, que con sus escandalosos alborotos, alertaban sobre algún novedoso acontecimiento.
Todos los pájaros estaban alegres; estaban más contentos de lo habitual. Parecía que sabían la buena noticia. Parecía que estaban diciéndole a la gente que ese día no era igual que los demás.
Los pajaritos tenían razón, el 7 de octubre de 1975 no era un día cualquiera. Ese día estaba naciendo la UNELLEZ y lo estaban anunciando.
Fue ese un día muy especial para los Llanos Occidentales y para toda Venezuela, porque gracias al alumbramiento de la Universidad que había nacido en esa fecha, la esperanza llegaba a los Llanos. Con el tiempo, la nueva Universidad colmaría las ilusiones represadas de muchos llaneros y abriría caminos para enrumbar los Llanos hacia una meta de progreso y de bienestar, en armonía con el ambiente y con el desarrollo sustentable de otras regiones del país.
Es por eso que los pajaritos estaban contentos. Por eso siguen estando alegres. Porque la UNELLEZ, a pesar de sus tropiezos, a pesar de sus desaciertos, de sus omisiones y de sus innumerables errores y torpezas, ha sido un factor indiscutible, no sólo para el desarrollo de la región llanera sino de otras regiones de Venezuela. Si colocáramos sobre uno de los platillos de una balanza los errores de la Universidad y en el otro sus aciertos, sin duda alguna el peso se inclinaría notoriamente hacia el lado de los aciertos.
Pero antes de continuar voy a referirme a algunos aspectos de la UNELLEZ que muchos de ustedes no conocen; o que pudieran complementar lo que ya saben de ella.
Voy a empezar hablando sobre sus orígenes, pues conociendo el contexto en el que nació nuestra Universidad, se entenderá por qué el 7 de octubre de 1975 fue un día tan gozoso para los Llanos Occidentales, y por qué la UNELLEZ ha sido y sigue siendo muy especial para esta región llanera.
La que hoy conocemos como UNIVERSDIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LOS LLANOS OCCIDENTALES EZEQUIEL ZAMORA, mejor conocida como UNELLEZ nació un día como hoy, hace 33 años. Ese día también era martes. El acta de nacimiento de la nueva Universidad está inserta en el Decreto Presidencial Nº 1.178, que fue publicado el 7 de octubre de 1975 en la Gaceta Oficial Nº 30.814 de la entonces República de Venezuela.
Aunque no fui de los profesores fundadores de la UNELLEZ, estuve muy cerca de ella desde el principio, pues estaba trabajando y viviendo en San Carlos desde antes que fuera creada. Además, como representante de la Fundación La Salle en el Estado Cojedes tuve el privilegio y el honor de asistir a algunas de las reuniones iniciales que se hicieron en esta ciudad, para preparar la llegada de la Universidad.
El alumbramiento de esta Casa de Estudios venía gestándose desde hacía varios años, anteriores a 1975. Desde hacía algún tiempo, la Región de los Llanos Occidentales demandaba a gritos la presencia en ella de una Universidad.
Apure, Barinas, Cojedes y Portuguesa, sumaban juntos más de 140.000 kilómetros cuadrados. Sin embargo, dentro de este vasto territorio no existía ni siquiera una institución de educación superior. Los jóvenes varones y las muchachas que lograban culminar sus estudios de bachillerato, obligatoriamente tenían que abandonar su terruño para realizar estudios universitarios en Mérida, en Barquisimeto, en Valencia o en otras ciudades del país, muy lejos de la tierra que los vio nacer.
Para ello necesitaban tener ciertos recursos económicos, y no eran muchos que disponían de ellos. Tampoco eran demasiado frecuentes ni abundantes las ayudas financieras que otorgaban los organismos del Estado para que pudieran desplazarse a otros lugares para proseguir estudios universitarios.
Mucho más difícil lo tenían los adultos que habían culminado su bachillerato. Tan difícil que era impensable. En realidad, era poco probable que un adulto pudiera graduarse de bachiller en estas tierras llaneras. Incluso a los jóvenes les costaba terminar sus cinco años en el liceo. Para ese entonces, sólo los que vivían en las ciudades del llano o en los pueblos más grandes podían estudiar bachillerato, porque la mayoría de la población, particularmente la que vivía en las zonas rurales, no tenía la posibilidad de estudiar en un liceo.
Ante la dificultad de proseguir estudios superiores en la propia región de origen, grupos organizados de la sociedad civil de las principales ciudades llaneras, gritaban al unísono que querían una universidad para los Llanos.
Pero no sólo los llaneros pedían a gritos una universidad. La misma naturaleza parecía haberse sumado a ese clamor; y aunque no podían expresarlo de la misma manera, eran testimonio mudo del abandono en que se encontraban los Llanos.
Gran parte de sus inmensas sabanas parecían no tener dolientes. Los latifundios pululaban por aquí y por allá, a lo largo del inmenso territorio llanero. Las tierras baldías estaban cansadas de no hacer nada y suplicaban con un silencio conmovedor que las trabajaran. Deseaban producir. No querían estar ociosas, querían ser útiles a la patria.
Las vacas que mugían, pastoreando libres por las sabanas, pedían clamorosas más y mejores pastos.
Los samanes inmensos, los caobos y los cedros suplicaban clemencia ante la avidez incontrolable de los comerciantes de la madera y de sus cómplices, que día tras día arremetían contra ellos, cortándolos sin piedad y sin ningún tipo de contemplaciones.
Incluso los ríos querían serenarse y ser utilizados para el riego; porque eran frecuentes sus impetuosas crecidas, que inundaban las sabanas, que diezmaban los rebaños y que causaban estragos hasta en las mismas poblaciones llaneras.
Sin embargo, la naturaleza no podía expresar sus inquietudes. Los árboles no podían decir que querían seguir viviendo para dar sombra a las vacas, y permitirles sestear bajo sus ramas.
Las tierras no podían rebelarse contra los latifundistas para producir alimentos; ni podían quejarse cuando se quedaban feas, tristes e improductivas, quemadas por el fuego veraniego que acababa con sus pastos y las exponía a los rayos inclementes del sol llanero. Los ríos tampoco eran capaces de controlar los ímpetus indomables de sus aguas, para evitar las inundaciones de las sabanas y ponerse al servicio de la agricultura.
La gente del llano estuvo pasiva y callada durante mucho tiempo, aguantando las lluvias y el desbordamiento de los ríos, y los rayos implacables del deslumbrante sol llanero. También había soportado estoicamente el latifundismo y sus consecuencias y la marginación a la que la habían relegado los gobernantes.
Pero todo tiene un límite y un fin; y los clamores silenciosos de la naturaleza se sumaron a los gritos bulliciosos del pueblo llanero, y se fueron dando pequeños pasos para llegar a la creación de la UNELLEZ.
La gestación de la nueva Universidad se inició en diciembre de 1974, cuando el Ejecutivo Nacional nombró una COMISIÓN ORGANIZADORA, cuyo objetivo era realizar estudios de factibilidad para crear una institución de educación superior en los Llanos Occidentales.
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