Apreciados graduandos:
Me siento en verdad honrado por que los integrantes de la XL Promoción de Ingenieros Agrícolas y de la XXXIII Promoción de TSU en Construcción Civil me seleccionaron para impartirles la clase magistral, con la cual finalizan su paso por el pregrado en la UNELLEZ. Me llena en este momento un sentimiento de alegría porque su felicidad es la mía, su triunfo en verdad me regocija y doy gracias a Dios por compartir con ustedes este momento irrepetible e inolvidable. Para ustedes pido un aplauso.
De su paso por nuestras aulas, conservo recuerdos no sólo de cuando les di clase, sino también de las diversas circunstancias que fueron afrontando a lo largo del camino; más su interés y su perseverancia les permitieron coronar con éxito sus esfuerzos. Sus familiares indudablemente constituyeron un apoyo importante en el logro de tan anhelada meta.
Estoy seguro que en muchas oportunidades ustedes no les hicieron saber de los problemas que afrontaban para no afligirles, pero se esforzaron con ahínco para brindarles una oportuna respuesta a ese apoyo. Y aquí está el resultado. Sus amigos y seres queridos también tuvieron parte importante en este triunfo. Y, por supuesto el cuerpo docente, que supo suministrarles los conocimientos que los formaron durante todo este tiempo. En lo que a mi respecta, espero haber sido de utilidad más allá del aula. Soy y seré su amigo. Cuentan con mi cariño y en mi corazón tienen un lugar por siempre.
Algunos de ustedes salieron a sus pasantías preguntándose si podían desempeñarse eficientemente en las instituciones que les dieron la oportunidad. En breve tiempo se dieron cuenta de que sí tenían la capacidad para responder a los retos planteados. Observé su comodidad y alegría con lo que estaban llevando a cabo. Su formación había sido mejor de lo que ustedes estaban pensando, y en este momento siento que nada los detendrá. Continuarán aprendiendo, mejorando, capacitándose. Y lograrán sentirse orgullosos de ustedes mismos. Demuestren de qué madera están hechos. Nunca se den por vencidos. Consideren en sus vidas esta frase de Da Vinci: “¡Oh, Dios! Tú nos vendes todas las cosas por el precio de un esfuerzo”.
Todos obtenemos lo que merecemos. La victoria se gana únicamente mediante la batalla valiente y enérgica. El éxito se obtiene únicamente mediante el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio, la habilidad y la lucha paciente y continua. Las mejores oportunidades son para aquellos que se encuentran en medio de las actividades de la vida, “mejorando su nivel” bajo todas las condiciones y circunstancias, no para las personas que eluden y evaden. Las mejores oportunidades se presentan únicamente a aquellos que aprovechan todas las oportunidades, buenas y malas y que las utilizan al máximo. El pez grande, tanto como el pequeño, son atrapados por las personas que van a pescar, no por las que permanecen en casa. Todos podemos hacer que nuestras vidas sean sublimes aprovechando las ocasiones comunes y haciéndolas grandes. Tienen que ver un nuevo mundo antes de poder vivirlo.
¿Quieren saber cómo tener suerte? Se los diré: Un poquito más de resolución, un poquito más de valor, un poquito más de trabajo…y ahí tiene usted la suerte.
Deseo referirme en esta oportunidad a la vocación de servicio, al amor por el prójimo y a ese estado de ánimo y de valor que permite superar los obstáculos, llamado resolución.
MARTIN LUTHER KING dijo: Da el primer paso con la fe. No tienes por qué ver toda la escalera. Basta con que subas el primer peldaño.
UN GRANJERO Y SU CARRERA IMPOSIBLE. EL PODER DE LA PERSEVERANCIA
Cada año, Australia es anfitrión de una carrera de resistencia de 875 kilómetros. Esta mega carrera, de Sidney a Melbourne, es considerada el ultra maratón más largo y duro del mundo. Es una carrera larga y difícil que toma cinco días en completar y donde normalmente participan atletas de clase mundial especialmente entrenados para este evento. Patrocinados por grandes compañías deportivas como Nike, Reebok, Quiksilver, etc., estos atletas jóvenes vienen equipados con los más costosos accesorios y trajes deportivos.
En 1983, éste grupo de corredores recibió una gran sorpresa. El día de la carrera, se presentó un hombre llamado Cliff Young. Su aspecto era insólito, sin dientes delanteros, de 61 años de edad, vistiendo el atuendo de un granjero, "overalls" y botas de trabajo.
Al acercarse Cliff a recoger su número, era obvio que tenía la intención de correr contra 150 atletas de clase mundial.
Todos se sorprendieron al ver a éste hombre de 61 años de edad alinearse con el grupo a la hora de la salida. Los reporteros comenzaron a hacerle preguntas. "Quien es y que hace usted aquí?" "Soy Cliff Young. Tengo un rancho ovejero en la afueras de Melbourne, y persigo ovejas. " "¿Cómo sabe usted que puede soportar ésta carrera?"
"Claro que puedo", respondió Cliff, "Verán, crecí en una granja donde no podíamos costear caballos ni vehículos rústicos. A veces tenía que perseguir las ovejas por 2 o 3 días seguidos. Tomaba mucho tiempo, pero al final las alcanzaba. Por eso sé que puedo soportar ésta carrera, solo son dos días más. ¿Cinco días? He corrido ovejas por tres."
Al comenzar el maratón, los profesionales dejaron atrás a Cliff. La multitud se reía por la forma peculiar de correr de Cliff. Toda Australia estuvo pendiente de éste granjero de 61 años de edad, rezando que alguien detuviese a éste viejo loco ya que creían que se moriría antes de terminar la carrera a Sydney. Todos los competidores sabían que la carrera duraría alrededor de 5 días, y que, para tener posibilidad de ganar, se debería correr 18 horas diarias y dormir 6. Lo que pasó fue que el Viejo Cliff ¡NO sabía esto!
Al segundo día de la carrera, espectadores quedaron sorprendidos que Cliff todavía estaba en la carrera, había corrido 24 horas seguidas. Y así continuó. Al amanecer del quinto día, Cliff Young era el primer corredor de la carrera. No sólo completó la carrera de Melbourne a Sydney a los 61 años, sino que rompió el record por 9 horas.
Instantáneamente se convirtió en un héroe nacional. Había terminado una carrera de 875 Kilómetros en 5 días, 15 horas. No sabía que debía descansar en la carrera, se imaginaba que corría ovejas en su rancho. Al recibir el premio de 10,000$ dijo que no sabía que había un premio y que el no había competido por dinero. Otorgó 2,000$ a cinco corredores que el consideró que se habían esforzado más que él. No tomó nada para él.
Este acto lo llevó a ser la persona más querida de toda Australia: el humilde granjero que enfrentó una proeza extraordinaria y se volvió una leyenda. La perseverancia inevitablemente nos acerca a las metas, no caigamos en lo que llaman "la parálisis del análisis". Al igual que el surfing, en la vida a veces todo lo que hay que hacer es lanzarse.
JOSEPH ERNEST RENÁN dijo: Sólo hay un modo de encontrar una vida feliz, y es buscando el bien y la verdad. Estaréis contentos de la vida si hacéis de ella buen uso.
UNA LECCIÓN DE MI PADRE
Nuestra familia siempre ha estado dedicada a los negocios. Mis seis hermanos y yo trabajamos en el negocio de mi padre, en Mott, Dakota del Norte. Comenzamos a trabajar haciendo diferentes oficios como limpiar el polvo, arreglar las repisas y empacar, y luego progresamos hasta llegar a atender a los clientes.
Recuerdo una lección de manera especial. Era poco antes de Navidad. Yo estaba en octavo grado y trabajaba en las tardes, organizando la sección de los juguetes. Un niño de cinco o seis años entró en la tienda. Llevaba un viejo abrigo marrón, de puños sucios y ajados. Sus cabellos estaban alborotados, con excepción de un copete que salía derecho de la coronilla. Sus zapatos gastados, con un único cordón roto, me corroboraron que el niño era pobre -- demasiado pobre como para comprar algo. Examinó con cuidado la sección de juguetes, tomaba uno y otro, y cuidadosamente los colocaba de nuevo en su lugar.
Papá entro y se dirigió al niño. Sonriente, preguntó al niño en que le podía servir. Este respondió que buscaba un regalo de Navidad para su hermano. Me impresionó que mi padre lo tratara con el mismo respeto que a un adulto. Le dijo que tomara su tiempo y mirara todo. Así lo hizo.
Después de veinte minutos, el niño tomó con cuidado un avión de juguete, se dirigió a mi padre y dijo: “¿Cuánto vale esto, señor?”
“¿Cuánto tienes?”, preguntó mi padre.
El niño estiró su mano y la abrió. La mano, por aferrar el dinero, estaba surcada de líneas húmedas de mugre. Tenía dos monedas de diez, una de cinco y una de dos centavos –veintisiete centavos. El precio del avión elegido era de tres dólares con noventa y ocho centavos.
“Es casi exacto”, dijo mi padre cerrando la venta. Su respuesta aún resuena en mis oídos. Mientras empacaba el regalo pensé en lo que había visto. Cuando el niño salió de la tienda, ya no advertí el abrigo sucio y ajado, el cabello revuelto ni el cordón roto. Lo que vi fue un niño radiante con su tesoro.
MARY KAY dijo esta frase: “Uno de los secretos del éxito es no permitir que los contratiempos pasajeros nos derroten”. Vean siempre el lado positivo del fracaso. La adversidad hace que el hombre se conozca a sí mismo. Sobre esto RENÁN afirmó: “Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles”.
CATORCE PELDAÑOS
Hal Manwaring era un hombre muy feliz, de excelente salud y podía considerarse un buen atleta. Estaba casado y tenía dos hijas. Entonces enfermó de los nervios motores, en forma lenta y progresiva. Primero le tomó el brazo y la pierna derechos; luego el otro lado. Aún así, seguía yendo a trabajar todos los días, gracias a un equipo especial instalado en su vehículo. Pasó el tiempo. Sus hijas se habían casado. Y se las arregló para conservar la salud y el optimismo, hasta cierto punto, gracias a catorce peldaños. Su casa estaba construida en desnivel y catorce peldaños subían desde el garaje hasta la puerta de la cocina. Cuando subía por esa escalera, pensaba en los años en que practicaba deportes, corría y saltaba, y ahora, subía pesadamente esos peldaños. Ya hacía nueve años que cargaba con esa cruz, y probablemente la cargaría mientras pudiera subir esos catorce peldaños. Y estaba cargado de autocompasión y resentimiento. Cierta noche su vida cambió. Escuchemos su relato:
Una noche, cuando inicié el regreso a casa, estaba lloviendo. De súbito oí el temido ¡bang! de un neumático al reventar. Cambiar ese neumático era para mí, absolutamente imposible. Descarté de inmediato la idea de que un automovilista se detuviera a ayudarme. ¿Acaso yo me habría detenido? De pronto recordé que, a poca distancia, había un estrecho camino lateral y una casa. Puse el motor en marcha y avancé lentamente, siempre por la banqueta, hasta llegar a ese camino de tierra, por el que entré agradecido. Unas ventanas iluminadas me dieron la bienvenida. Deteniéndome ante la puerta, toqué la corneta.
Abrió una niñita, que se quedó mirándome. Bajé la ventanilla para explicarle que había tenido un reventón y necesitaba que alguien me cambiara el neumático, pues yo caminaba con muletas y no podía hacerlo. Ella entró en la casa y volvió un momento después, cubierta con un sombrero y un impermeable. La seguía un hombre que me saludó alegremente.
Me quedé en mi asiento, cómodo y seco, compadeciendo un poco al hombre y a la niñita, que debían trabajar tanto bajo la tormenta. Bueno, les pagaría el favor. Como la lluvia parecía estar cediendo un poco, bajé la ventanilla por completo para observarlos. Me pareció que eran demasiado lentos; comenzaba a impacientarme. Atrás se oían ruidos metálicos y la voz de la niña:
–Aquí está la manivela del gato, abuelo.
Luego, el murmullo del hombre y el lento inclinarse del coche.
Siguió un largo intervalo de ruidos, sacudidas y diálogos en voz baja en la parte trasera del auto. Por fin el trabajo quedó terminado. Sentí el descenso del auto cuando retiraron el gato y el ruido de la maleta al cerrarse. Un momento después, ambos se detenían ante la ventanilla.
Él era un anciano encorvado, de aspecto frágil bajo el impermeable. La niñita tendría entre ocho y diez años; me miró con expresión alegre y una amplia sonrisa.
–Mala noche para un percance de éstos –dijo él–, pero ya está solucionado.
–Gracias –le dije– . Gracias. ¿Cuánto le debo?
Sacudió la cabeza
–Nada. Cynthia me dice que usted es discapacitado, que usa muletas. Ha sido un gusto ayudar. Usted haría lo mismo por mí. No me debe nada, amigo.
Alargué un billete de cinco dólares.
–Por favor, permítame pagarle el servicio.
Él no hizo ademán alguno de tomar el billete. La niñita se acercó más a la ventanilla para explicarme, en voz baja:
–El abuelo no ve.
En los segundos que siguieron me invadieron la vergüenza y el horror del momento, sentí las náuseas más intensas de mi vida. ¡Un ciego y una niña, buscando a tientas tuercas y tornillos en la oscuridad, con los dedos fríos y mojados! Me habían cambiado un neumático, soportando la lluvia y el viento, mientras yo permanecía cómodamente sentado en el auto con mi muleta. Con mi discapacidad. No recuerdo cuánto tiempo pasé allí, una vez que ellos se despidieron para volver a la casa. Comprendí que estaba lleno hasta desbordar de autocompasión y egoísmo, de desconsideración e indiferencia ante las necesidades ajenas.
Solicité a Dios que bendijera a ese anciano ciego y a su nieta. Y por fin me alejé, con la mente conmovida y una nueva humildad en el espíritu.
“Por lo tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros: pues eso mandan la ley y los profetas” (Mateo,7:12)
Meses después, este mandato de las escrituras es más que un simple pasaje bíblico para mí: es el estilo de vida que estoy tratando de seguir. No siempre es fácil. A veces resulta frustrante; otras veces, costoso, tanto en dinero como en tiempo. Pero los vale.
Ahora no me limito a subir esos catorce peldaños todos los días, sino que intento, a mi modo, ayudar al prójimo. Tal vez algún día pueda cambiar un neumático a algún ciego…alguien tan ciego como yo había estado.
Concluyo esta clase con unas frases atribuidas a la Madre Teresa de Calcuta:
NUNCA TE DETENGAS
Siempre ten presente que: la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años. Pero lo importante no cambia, tu fuerza y tu convicción no tienen edad.
Tu espíritu es el plumero de cualquier telaraña; detrás de cada línea de llegada, hay otra de partida; detrás de cada logro, hay otro desafío.
Mientras estés vivo, siéntete vivo; si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas, aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.
Haz que en vez de lástima te tengan respeto. Cuando por los años no puedas correr, trota; cuando no puedas trotar, camina; cuando no puedas caminar, usa el bastón... PERO NUNCA TE DETENGAS.
Apreciados graduandos:
En la vida se hace necesario encontrar un propósito, algo que nos duela si no lo alcanzamos y que nos alegra el corazón cuando lo logramos. No teman, no tengan miedo. Recuerden que son sólo seres humanos, con deseos, aspiraciones y emociones, y que tienen derecho a cometer errores. Demuestren resolución, como el granjero de la carrera; amor al prójimo, como el tendero que vendió el juguete al niño y vocación de servicio, como el abuelo ciego que cambió la llanta. Vivan cada día a plenitud y hagan siempre lo máximo que puedan.
Deseo para ustedes el mayor bienestar y les auguro un futuro promisor, pleno de felicidad y realizaciones. Reciban mis bendiciones y que Dios les acompañe siempre. Gracias y muy buenos días.
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